Definición de EMO, como Adjetivo:En el caso del poeta Medardo Angel Silva, quien nació en Guayaquil, escribió un sinnúmero de poemas, entre los 17 y los 21 años (las causas de su muerte no quedaron claras, se presume suicidio por una decepción amorosa). Uno de los factores que incidieron en su actitud frente al mundo es que en el Guayaquil de ese entonces él vivió frente al cementerio, viendo desde su niñez como todo los días pasaban cortejos fúnebres, además perdió a su padre a muy corta edad.
Como adjetivo, "emo" puede describirse como un estilo de comportamiento o un estado general de infelicidad o melancolía y muy sensibles. Es un estilo de vida que la gente adopta; en especial las personas de edad joven.
Madre: la vida triste y enferma que me has dado
no vale los dolores que ha costado;
no vale tu sufrir intenso, madre mía,
este brote de llanto y de melancolía!
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?
¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles,
en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles,
de un ángulo del cuarto no salió una serpiente
que, al ceñir sus anillos a mi cuello inocente,
con la flexible gracia de una mujer querida,
me hubiera libertado del horror de la vida ... ?
Más valiera no ser a este vivir de llanto,
a este amasar con lágrimas el pan de nuestro canto,
al lento laborar del dolor exquisito
del alma ebria de luz y enferma de Infinito!
Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre;
de razonar con lógica y proceder según
los Sanchos, profesores del sentido común.
Me son duros mis años y apenas si son veinte
ahora se envejece tan prematuramente;
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos
que repentinamente nos encontramos viejos
en frente de las sombras, de espaldas a la aurora
y solos con la esfinge siempre interrogadora.
¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña
y a flor virgen; entonces estaba el alma niña
y el canto de la boca fluía de repente
y el reír sin motivo era cosa corriente!
Iba a la escuela por el más largo camino
tras dejar soñoliento la sábana de lino
y la cama bien tibia, cuyo recuerdo halaga
sólo al pensarlo ahora; aquel San Luis Gonzaga
de pupilas azules y rubia cabellera
que velaba los sueños desde la cabecera.
Aunque íbamos despacio, al fin la callejuela
acababa y estábamos enfrente de la escuela
con el "Mantilla" bien oculto bajo el brazo
y haciendo en el umbral mucho más lento el paso,
y entonces era el ver la calle más bonita,
más de oro el sol, más fresca la alegre mañanita.
Y después, en el aula con qué mirada inquieta
se observaban las huellas rojas de la palmeta
sonriendo , no sin cierto medroso escalofrío,
de la calva del dómine y su ceño sombrío.
Pero, ¿quién atendía a las explicaciones?
Hay tanto que observar en los negros rincones
y, además, es mejor contemplar los gorriones
en los nidos, seguir el áureo derrotero
de un rayito de sol o el girar bullanguero
de un insecto vestido de seda rubia o una
mosca de vellos de oro y alas de color de luna.
El sol es el amigo más bueno de la infancia;
nos miente tantas cosas bellas a la distancia,
tiene un brillar tan lindo de onza nueva! Reparte
tan bien su oro que nadie se queda sin su parte;
y por él no atendíamos a las explicaciones.
Ese brujo Aladino evocaba visiones
de las mil y una noches -de las mil maravillas-
y beodas de sueño nuestras almas sencillas
sin pensar, extendían sus manos suplicantes
como quien busca a tientas puñados de brillantes.
Oh, los líricos tiempos de la gorra y la blusa
y de la cabellera rebelde que rehúsa
la armonía de aquellos peinados maternales,
cuando íbamos vestidos de ropa nueva a Misa
dominical, y pese a los serios rituales,
al ver al monaguillo soltábamos la risa.
Oh, los juegos con novias de traje a las rodillas,
los besos inocentes que se dan a hurtadillas
a la bebé amorosa de diez o doce años,
y los sedeños roces de los rizos castaños
y las rimas primeras y las cartas primeras
que motivan insomnios y producen ojeras.
¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas,
¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,
¡y siento como nunca la tristeza sin nombre,
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!
Hoy no es la adolescente mirada y risa franca
sino el cansado gesto de precoz amargura,
y está el alma, que fuera una paloma blanca,
triste de tantos sueños y de tanta lectura...!
Etiquetas: Palabras, Pensamientos, Poesía